Alberto Ortiz
Esta novela epistolar muestra cuán intensa puede ser la narrativa confesional para revelar pasiones que definen los destinos de los actores de la tragicomedia que llamamos vida real. Acaso dolorosas, acaso tristes, dichas confesiones acontecen para mostrar el significado de la existencia.Al escribir los recuerdos de su infancia, Mario Quiroga descubre los complejos caminos de la memoria y reafirma la extraordinaria identidad de su añorada Violeta, la joven que llegó a su vida para protegerlo, ilustrarlo y mostrarle un horizonte diferente de sentimientos, pensamientos y vivencias. Desde su presente, el narrador instala a Violeta en el centro de los hechos que marcaron su pasado; su propia labor confesional es una muestra de devoción hacia tan extraordinario ser.Conforme pasa de la edad infantil a la adolescencia, Mario comprende el mundo y forja su carácter gracias a Violeta y a los acontecimientos fa-miliares, amorosos y escolares que los rodean. Con el tiempo, los lazos se rompen o fortalecen de acuerdo a las decisiones del corazón o a la fuerza del caprichoso destino.A través de las cartas que redacta para su sobrina, el devoto amigo rinde homenaje a su íntima amiga, al tiempo que revela los conflictos de dos familias diferentes obligadas a relacionarse por el caprichoso azar y las pulsiones humanas. Tales factores pertenecen a un mundo que ya no existe más; sin embargo, son trascendentes, a tal grado que lo alcanzan hasta enfrentarlo a trágicos acontecimientos.