Julián Mateos de la Higuera
Con setenta años cumplidos Ignacio ve destruida la casa que fue de su abuelo: la casa donde él había nacido. Un sitio donde pasó la mayor parte de su infancia. Mira con desconsuelo la montonera de escombro que cubre aquel solar. Cierra los ojos y se ve a sí mismo siendo niño mientras juega en aquel maravilloso patio lleno de luz y de alegría. Con nostalgia recorre mentalmente cada rincón de esa antigua casa: el patio con el pozo, el albollón o gatera, la puerta de la cueva y el carro empinado con las varas hacia arriba.En su memoria están grabados aquellos momentos de felicidad, juegos y satisfacciones, junto a otros de tristeza y desengaño. En esos momentos, sin abrir los ojos, ve atrapado en los escombros de ese lugar al niño que fue, e intenta rescatarlo. Paso a paso empieza a reconstruir su niñez y en un tono sosegado va recordando con nostalgia su propia historia con un único fin: que ese niño nunca se separe de él.